El tiempo no cura las heridas por sí solo. Si estás leyendo este artículo, es porque de alguna forma, lo sabes. Si quieres ideas para superar el pasado de forma sana, este artículo puede serte útil.
El pasado se repite de múltiples maneras en el presente.
Cuando hay un evento, o un periodo de la vida, que nos paraliza o no podemos entender y “procesar”, este momento, de formas diferentes, se nos aparece una y otra vez.
Es como si buscáramos repetir esa historia, eligiendo parejas similares a nuestro padre o madre tóxico, volviendo a exponernos al rechazo de personas, tal como nos rechazaron en nuestra infancia, repitiendo situaciones de violencia, etc.
Tras eventos traumáticos (como accidentes, episodios de maltrato grave, abusos, o cualquier situación que nos deja en “shock”), reexperimentamos (más que recordar), con la misma intensidad emocional, el pánico, el miedo, la angustia, etc. Nos pasa en sueños, o en situaciones que se parecen, en algo, al episodio desencadenante.
En todas esas situaciones, nos es díficil superar el pasado.
Faltan palabras para entenderlo o no nos ayudan a superar el pasado
Muchas veces, no hay palabras que puedan dar cuenta de aquello que sentimos o vivimos, no hay explicación que responda al por qué volvemos a caer en las mismas dinámicas de relación, o a sentir esa angustia una y otra vez.
Otras veces, si tenemos palabras, incluso, explicaciones muy claras del por qué repetimos o reexperimentamos ese pasado que queremos abandonar. Pero, aún así, seguimos haciendo y viviendo lo mismo.
A pesar del tiempo, y de todo lo que podamos avanzar y crecer en otras áreas de la vida, nos sigue invadiendo la soledad, la tristeza, el miedo, o la vergüenza de ese episodio o periodo. No logramos avanzar.
¿Cómo salir de este círculo en que nos sentimos atrapados?
Bueno, la psicología ha desarrollado diferentes formas. Yo les quiero comentar algunos ejemplos, que derivan de disciplinas como el arteterapia y la terapia de juego.
Siempre repito en mis artículos, cómo estas herramientas permiten expresar aquellas cosas de las que no podemos hablar directamente, o de las que podemos hablar, pero damos vueltas en círculos sobre el mismo argumento, y no nos ayuda.
El juego y la expresión artística como herramienta de cambio.
Y esto ocurre, porque van más allá de las palabras y las explicaciones, aluden a símbolos culturales, y generan imágenes, que nos entregan significados más complejos de la realidad. No ayudan a integrar el componente racional de nuestras explicaciones, con nuestra intuición, emocionalidad y sentidos más profundos.
En mis artículos sobre terapia de juego, y el poder sanador de la expresión artística, profundizo un poco más en estas estrategias
Una niña de 6 años, que vivió maltrato por una mujer que la cuidaba en su casa, mientras su madre trabajaba, y que, en una conversación sobre lo ocurrido, no puede decir lo que le sucede; juega una y otra vez, en las sesiones de terapia, a la bruja que encierra a las princesas en su mansión tenebrosa, y les pega y las deja sin comida.
Y en ese juego, podemos hablar sobre lo que le pasa a cada personaje, sus motivaciones y deseos. Y sobre cómo esas princesas, pueden pedir ayuda y defenderse.
A través de ese juego, podemos volver a ese pasado, y reparar aquello que fue dañado, de forma simbólica. Y esa simbología, en su mente, permite entender de otra forma la situación.
Luego, en los momentos en que otros compañeros de su curso la agreden o la hacen sentir mal, ella ya no reexperimenta la misma escena una vez más, repitiéndola, sino que, con los recursos que logró identificar y poner en práctica en el juego, puede actuar diferente, y defenderse.
Una mujer de 50 años, que se divorció a los 40, sigue reexperimentando la rabia, la pena, la impotencia, y la sensación de abandono, que le generó este suceso. Muchas veces, en la relación con su hijo.
Acude a terapia, cuando éste, ya adulto, decide irse a vivir solo.
Con lápices pastel graso, hace líneas curvas como garabatos, y superpone todos los colores. Cuando ve el resultado, de un color café indefinido, me dice: así me siento, con todo mezclado.
Entonces hacemos, en sesiones siguientes, varias obras, en las que ella va usando diferentes colores en cada una, y formas más claras. Hablamos de “desenredar esta madeja”.
A través del tiempo, logra distinguir la pena que siente por la distancia con su hijo, en este cambio de etapa; de la otra pena, la rabia, la sensación de abandono, y la impotencia frente a su separación. Y, además, logramos hablar, de forma clara, acerca de los cómo y los por qué de su divorcio.
Más que olvidar el pasado
En ambos casos, para superar el pasado, es necesario mirarlo con una nueva perspectiva, a través del juego y la expresión creativa, e implantar en esa memoria, nuevos significados y recursos. No quiere decir que deje de dolernos, pero no se repite una y otra vez, y las emociones ya no nos invaden cuando lo recordamos.
Podemos recordar, en vez de revivir nuestro dolor.